Os lo recomiendo
Es un libro de poemas en prosa evocando a su Sevilla y recordando sus rincones donde el pasó su niñez y su adolescencia.
Me han gustado todos los poemas pero para dar unas pinceladas de los pasajes que mas me han gustado y abrir un poco el apetito curioso del lector os dejo varios fragmentos:
El Tiempo
"Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza.Quiero decir que a partir de cierta edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él ,como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraíso primero,donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte.¡Años de niñez donde el tiempo no existe¡Un día ,unas horas son entonces cifras de la eternidad.¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?"
Los ojos y la voz
"Hay quienes se pierden por codicia y quienes se pierden por vanidad,quienes se pierden por ambición y quienes se pierden por no querer perderse;hay quienes se pierden por una criatura y tú te perderías por unos ojos y por una voz.Podrías seguirlos hasta el infierno ( si ya no estás en camino), por una palabra,por una mirada, y aun te parecería poco precio."
El Patio
“El hombre que tú eres se conoce así, al abrazar ahora al niño que fue, y el existir único de los dos halla su raíz en un rinconcillo secreto y callado del mundo. Comprendes entonces que al vivir esta otra mitad de la vida acaso no haces otra cosa que recobrar al fin, en la presente, la infancia perdida, cuando el niño, por gracia era ya dueño de lo que el hombre luego, tras no pocas vacilaciones, errores y extravíos, tiene que recobrar con esfuerzo”.
El magnolio
"Se entraba a la calle por un arco. Era estrecha, tanto que quien iba por en medio de ella, al extender a los lados sus brazos, podía tocar ambos muros. Luego, tras una cancela, iba sesgada a perderse en el dédalo de otras callejas y plazoletas que componían aquel barrio antiguo. Al fondo de la calle sólo había una puertecilla siempre cerrada, y parecía como si la única salida fuera por encima de las casas, hacia el cielo de un ardiente azul. En un recodo de la calle estaba el balcón, al que se podía trepar, sin esfuerzo casi, desde el suelo; y al lado suyo, sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio. Entre las hojas brillantes y agudas se posaban en primavera, con ese sutil misterio de lo virgen, los copos nevados de sus flores. Aquel magnolio fue siempre para mí algo más que una hermosa realidad: en él se cifraba la imagen de la vida. Aunque a veces la deseara de otro modo, más libre, más en la corriente de los seres y de las cosas, yo sabía que era precisamente aquel apartado vivir del árbol, aquel florecer sin testigos, quienes daban a la hermosura tan alta calidad. Su propio ardor lo consumía, y brotaba en la soledad unas puras flores, como sacrificio inaceptado ante el altar de un dios."
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